miércoles, 6 de marzo de 2013

Mejor que los chocolates~


-¡Kibomi! ¿Quieres apurarte? ¡Jinki hyung va a dejarnos!- El pequeño niño de no más de diez años gritó demasiado ansioso, pues ese día su hermano mayor prometió llevarles al zoológico a ver todos esos maravillosos animales, más el lento de su primo no les permitía partir a su destino, provocando la frustración en el pelirrojo. -¡Kibomi!- decidió intentarlo de nuevo, sin embargo no recibió respuesta alguna, y, molesto al sentirse ignorado, bufó y se metió en el auto de su hermano.



Pero el mencionado ni siquiera se inmutó, pues estaba inmerso en la dulce melodía que salía de la ventana de donde estaba asomado, mirando con aquellos ojos de gatito la persona que producía tan hermosos sonidos. En su corta vida había escuchado algo tan maravilloso, menos de esa casa que se encontraba cerca a la de sus tíos, nunca parecía estar ocupada. Estiró lo más que pudo sus cortas y frágiles piernitas para poder observar con mayor claridad lo que había dentro de la casa, pero las puntas de sus piecitos no resistieron su peso y cayó sobre su trasero, no sin antes haber tirado un par de macetas, con las cuales se había agarrado para tratar de evitar su caída.

-Auch…- fue lo único que alcanzo a decir antes de que el verdadero dolor se extendiera por todo su cuerpo, haciéndolo sollozar.

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Jonghyun estaba molesto. No, molesto era poco, estaba furioso. Esa maldita zorra amante de su “padre” había vuelto a llamar a su madre, amenazándola con quitarle todo. La pobre mujer no hizo otra cosa sino echarse a llorar, encerrándose en su cuarto y negándose a salir. Sintiéndose realmente fastidiado de tener que rogarle a su mama todo el día anterior para que saliera, se cansó y, harto de todo se dirigió a su antigua casa, esa que aún conservaba los valiosos recuerdo que tenía de su familia, cuando su padre llegaba temprano todos los días y jugaba con él, después su encantadora madre les hacía la cena y charlaban entre risas. Como desearía que su progenitor no hubiera alcanzado un mejor puesto. A paso lento y cansado llegó al lugar, entrando directamente hacia donde estaba su habitación, solo ocupada por su antiguo piano de cola.

Se sentó frente al instrumento, paseando sus dedos por sobre las teclas, sintiéndolos cosquillear. No aguantó ni un segundo y dejó que todos sus sentimientos, pensamientos y emociones salieran a flote por medio de la música.

Fue en medio de su trance que un estruendo se oyó tras la ventana, haciéndole girar al instante, alertado. Al no ver nada, pensando que pudo haber sido cualquier cosa insignificante se dio vuelta, pero el llanto de un niño lo preocupó. Con cautela se acercó a la ventana, abriéndolas de par en par, bajando el rostro, fijando sus ojos castaños en aquel chiquillo de cabellos rubios.

-¿Estas bien niño? – preguntó el castaño de ojos grandes, mirando curioso al pequeño.

-No estoy bien... y tú también eres un niño, tonto- se quejó el menor, entre sollozos e hipidos, tratando de limpiar sus lágrimas con las largas mangas de su suéter. Jonghyun se vio tentando a reírse por la escena tan tierna, pero notó la enfadada mirada que el chico le envió.

Salió por la ventana, con una sonrisa bailándole en los labios a causa de lo gracioso que le parecía ese chico con apariencia de gatito y se inclinó para quedar a su altura -¿Quieres que te ayude a levantarte gatito?- ofreció con una mueca burlona.

-No necesito tu ayuda cara de puppy- el “gatito” refutó, sacándole la lengua en un gesto completamente infantil, acorde a la edad que aparentaba. –yo puedo levantarme solito- con voz arrogante y la mirada alzada intentó ponerse de pie, fallando al momento que se apoyó en su pie derecho, cayendo al piso y comenzando a llorar otra vez. Esta vez la sonrisa del más grande se disolvió, preocupando por el niño que lloraba en el suelo mientras tomaba su pie.

-Debiste haberte herido cuando te caíste- comentó el castaño, tomando al otro entre sus brazos y levantándose con él. De verdad que no pesaba nada ese niño. Kibum, al sentirse lejos del suelo, atinó a rodear con sus cortos bracitos el cuello del alto, acurrucándose en la espalda de este. Jonghyun lo cargó un rato, en dirección a la casa de los tíos del rubio, que quedaba a unas cuantas de la que era suya, tratando de hacerle conversación para que este no siguiera con el llanto. Ya le había dicho su nombre, donde vivía y su edad, pero aún le quedaba una duda –Y dime Kibummie ¿Por qué me dijiste puppy?-

-Porque pareces un puppy- respondió como si fuera lo más obvio del mundo, sacándole una risa al de mayor edad –tus ojos se parecen a los del cachorrito de mi amiga Nicole, muy, muy iguales- terminó de explicar con una sonrisa hermosa. Sin duda esa era la sonrisa más bonita que Kim Jonghyun había visto en su vida.

El chiquillo le indicó a su “chofer” que ya habían llegado a su lugar y este, aún con el pequeñín en su espalda, tocó el timbre, y en un par de segundos una mujer bajita se asomó tras abrir la puerta, mirándole con sorpresa. -¡Kibum! ¿Dónde te habías metido bebé? Jinki y tu tío han estado buscándote por toda la casa- la señora fijó sus ojos en Jonghyun, cuestionándole con la mirada el motivo de su visita y el porque estaba cargando a su sobrino de 9 años.

-Bueno yo…- el castaño comenzó a ponerse nervioso ¿Qué tal si le culpaban por la herida del rubio? Abrió la boca de nuevo para contestar pero el más joven se le adelanto.

-Tía Sunny, él es Jonghyunnie hyung, él me ayudo cuando me caí por estar espiando en su ventana- El castaño solo se mordió los labios para no echarse a reír allí mismo. Sin duda ese gatito era algo más.

-Ay pequeño, ¿Qué me dirá tu mamá cuando vea que te lastimaste? Sin duda Taeyeon unnie va a matarme cuando se entere- La mujer sonrió para su sobrino y luego para él- Muchas gracias Jonghyunnie por cuidar de nuestro Kibomi, ¿Quisieras entrar por algo de beber?- ofreció la rubia, sonriéndole agradecida.

-No, muchas gracias señora, me despediré de Kibum y me iré- Tras haber asentido, la rubia se adentró a su hogar, mientras el chiquito bajaba de su espalda, sentándose en la pequeña jardinera que había en la entrada del lugar. –Bien Kibum, fue un placer conocerte, tal vez otro día nos veamos- se despidió y estuvo a punto de irse cuando una manita tiró de la manga de su chaqueta, encontrándose con los preciosos ojos del niño, un poco húmedos por las lágrimas que derramó hacia un rato y las mejillas arreboladas, contrastando hermosamente con su piel tan blanca y suave. “Un muñequito” pasó por la mente de Jjong. -¿Pasa algo?-

-Yo…puppy yo…no quiero que te vayas…se mi amigo puppy- pidió con voz entrecortada, amenazando con romper en llanto si no le decía que sí. Derrotado asintió, aceptando quedarse un poco más con ese niño caprichoso. Después de todo, no tenía nada que hacer.


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Tras un tiempo Jonghyun creció. Pasaron días, meses, momentos felices y momentos tristes. Pasaron las cosas y las personas. Pero hubo alguien que no lo hizo, y ese alguien tenía por nombre Kim Kibum, alías “gatito”, “Keyttie Bummie”, “yeobo” entre otros sobrenombres, unos igual de ridículos, algunos todavía más. Y es que ese rubio con mirada de gato no se le despegaba prácticamente en ningún momento. Que si no era porque no quería quedarse solo en su casa tras haberle vendado el pie derecho, era porque le gustaba visitar a la mama de su “puppy” -como le encantaba fastidiarlo el chico tres años menor- o porque quería escucharlo tocar el piano o la guitarra. De esa manera, y con el tiempo, fueron haciéndose cada vez más y más cercanos.

Sin embargo, las actitudes de Kibum y Jonghyun atravesaron el punto al que se le podría llamar “amistad”.

Cuando Key –otro apodo por parte del castaño- atravesaba los trece años comenzó a ponerse muy posesivo con su hyung. Le espantaba todos sus prospectos a novias y no dejaba que nadie se le acercara, impidiéndole tener todas esas chicas que él a sus dieciséis años pudo haber deseado. Incluso se ponía celoso con TaeMin, su propio primo, y es que para nadie pasaba desapercibido que al pelirrojo le gustaba el Kim mayor, lo que hacía al de ojos felinos retorcerse de los celos.

Pero Kibum no era el único celoso en esa relación de amigos. Jonghyun no le permitía que hablara con otros chicos, aunque ya hubiera cumplido los quince años, ni que saliera de fiesta con sus amigos, y todas las mañanas y tardes pasaba a dejarle y recogerle del instituto. Porque a Jjong no le gustaba nada esas miraditas que todos esos imbéciles le dedicaban a su “Diva”. Porque debía de admitirlo, ese niño llorón y caprichoso de hace algunos años se había convertido en un chico demasiado bonito y sexy, aunque conservara lo chillón y mimado.

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Aquel día Keybum cumplía los dieciocho años, Jonghyun ya tenía todo planeado para raptarlo toda la tarde como se había hecho costumbre desde hacía un par de años; lo llevaría al centro comercial, le dejaría gastar casi todo su dinero, y después de eso irían a cenar. Pero esa no era cualquier cena, porque sí, Kim Jonghyun se admitía completamente enamorado de Kim Kibum, y esa cena sería no sólo para celebrar el cumpleaños de su gato, si no para confesar su amor escondido por dos años, aunque realmente fueran más, solo que no quería admitirlo.

Con una sonrisa totalmente idiota se levantó de su cama, abriendo la puerta de su armario, buscando aquella camisa que a Key tanto le gustaba que usara. Al encontrarla sus labios se ampliaron aún más, realmente ansioso porque ya llegara el momento para verlo, abrazarle y besarle toda la carita con la excusa de que era por su cumpleaños. Su celular sonó, con ese tono que le indicaba que era él, su Kibummie, y corriendo se apresuró a contestar.

-¿Qué pasa yeobo?- contestó un risueño puppy.

-Ah Jjong, lo siento mucho, pero los chicos me han organizado una fiesta y no puedo irme, así que tendré que cancelar nuestros planes- La voz del rubio no le sonaba para nada triste o decepcionada y eso sólo le desilusionó.

-No te preocupes, no es como si fuera la gran cosa ¿Cierto? Diviértete con tus amigos, luego te llamo- se apresuró en colgar, a pesar de que el menor trataba de explicarle algo que no entendió, y que en ese momento no le interesaba.

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Kibum se dio cuenta de que el castaño lo estaba evitando desde hace un par de días. ¿Se habrá molestado tanto porque no pudieron salir? Pero si él mismo dijo que no era tan importante, aunque eso le hacía perder las pocas esperanzas que tenía para con Jonghyun. Él no hubiera dudado en dejar abandonados a sus amigos solo para ir con Jjong, pero en esa ocasión no fue capaz de hacerlo.

Ahora se encontraba en la cafetería de la universidad, en medio de una conversación absurda con TaeMin -su primo mayor- y un montón de idiotas –entre los que figuraban algunos de sus amigos- y que, si bien, antes le hubiera parecido divertida, con el ánimo con el que se encontraba lo único que le provocaba eran ganas de salir de allí. Hizo un gesto con la mano en señal de despedida, pensando en cómo huir y, dando la vuelta para retirarse, se topó con la mirada profunda de su puppy, provocándole un vacío en el estómago y un temblor en las piernas.

Porque así eran últimamente los días de Key. Sólo pensando en aquel muchacho de ojos grandes como de cachorro. Siempre había sido muy celoso en cuanto a Jonghyun se tratara, pero nunca había intentado saber la razón. Y ahora la sabía. Oh Dios, claro que la sabía. Sin decir ni una palabra se alejó del grupo, yendo tras del dueño de sus pensamientos.

-¡Hey Jjong!- llamó el rubio de mechas azules, algo nervioso. El nombrado dio la media vuelta, y sin decir nada se detuvo, quedando frente al más chico. -¿Ocurre algo? No me has llamado para nada, ni tampoco has venido a casa.- preguntó con una sonrisa afectada.

-He estado ocupado, te llamaré en cuanto tenga tiempo ¿Vale? Ahora tengo que irme, nos vemos Kibum- el muchacho se retiró del lugar sin dirigirle la mirada y eso desilusionó al de ojos felinos. Ni siquiera le había dicho “Key” o “yeobo” como siempre solía hacerlo. Solo Kibum. Tan frío que sintió que su corazón se congelaba.
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Ya hacía casi un mes desde que perdió la comunicación con Jjong. Las vacaciones de semestre habían llegado pronto y no le había visto desde entonces. Estaba desolado, nunca habían pasado tanto tiempo enfadados, nunca lo hacían, ellos eran felices todo el tiempo si estaban juntos. Sintió como algunas lágrimas se escurrían por las mejillas y le dio rienda suelta al llanto.

Amaba tanto a Jonghyun. Él siempre estuvo con él, haciéndole reír cuando estaba enojado y consolándole cuando estaba triste. Le apoyó cuando nadie lo hizo, y cuando se equivocaba, nunca le reprendió con un “Te lo dije”, si no que le abría los brazos para cobijarle con ellos. Si no estaba él estaría perdido. No sabría qué hacer. No sería nada.

Continuó llorando un rato hasta que el sonido de una guitarra se hizo lugar en sus oídos, siguiéndole el de una hermosa y masculina voz.

A tu corazón…

A tu corazón…

A tu corazón…

Llegare, llegare, llegare…

Mi corazón…

Alcanzará al tuyo

Con esta canción.


¿Acaso era…? ¿Acaso era Jonghyun? Esa voz tan dulce no podía ser de nadie más que suya. Sin detenerse a pensar, corrió hacia la puerta delantera, saliendo de la casa para toparse con el amor de su vida, que estaba cantándole, estaba dedicándole una canción sólo para él.

He perdido el rumbo

Y mis palabras se pierden…

Sin embargo, solo una cosa permaneció…

Tu voz y…

También tu cara de felicidad, tu cara de enojo,

Y con todo ello voy abriéndome camino.

Si separo las nubes, tal vez pueda ver.

Dime, lo entiendes ¿Verdad?

Dime, lo entiendes ¿Verdad?


La forma en que el mayor le miraba podía derretirle. Sus ojos tenían tanto… ¿Amor? Sí, estaba seguro que lo miraban con amor. Se arrojó a los brazos de este ni bien terminó de cantar, sonriéndole como sólo podía sonreírle a él.

-Puppy ¿Qué significa todo esto?-

-Te amo Key- soltó de repente sin ninguna consideración para el corazón del de labios acorazonados – Lo hago, aunque tenga una vida descuidada y mi corazón siga siendo inmaduro. Pero bien, sólo te veo y me digo “Mira, aquí está mi persona amada”.- Dejó la guitarra caer y apresó entre sus fuertes brazos la cintura pequeña del menor, abrazándole como nunca lo había hecho antes. Porque esta vez se sentía diferente. Era especial.

-También te amo Jjong. Lo he decidido y ya no tengo miedo a seguir. A venir por ti, por tu cara, por tus manos, por tus labios. Solo ahora estoy bien- Sonrió con la felicidad desbordándosele por los poros y las lágrimas de felicidad escurriéndosele por las mejillas. Ahora tenía todo lo que alguna vez pudo haber deseado.

-Mírate bebé.- Jonghyun llevó sus pulgares a las mejillas mojadas, acariciándolas -Hace diez años te conocí con el rostro bañado en lágrimas, y ahora vuelvo a verte así - El mayor se dedicó a limpiar los rastros de agua con sus besos, acortó la distancia entre ambos rostros y juntó sus labios en un beso, tan dulce como ningún otro. Sabía a amor. Y todos saben que el amor sabe mejor que los chocolates ¿Cierto?

Al menos ellos lo sabían...